Mientras veo que la polución visible e invisible va consumiendo los planetas, me doy cuenta de que esta crisis es como un gusano que se retuerce para que nazca la mariposa.
La cumbre de la montaña, el trueno del cielo, el ritmo del mar me habla. Me miran y me dicen: tú eres yo, yo soy tu. Eres guardianas de los territorios sagrados y de los cuatro elementos esenciales para la vida: tierra, agua, fuego y aire… Despierto, despierto a la memoria antigua, al pensamiento original que me conecta con todo, con la madre tierra y con el gran espíritu.
En mi mana yace el maravilloso filtro natural que elimina el dióxido de carbono y los contaminantes existentes en el aire. El símbolo de la conexión entre la tierra y el cielo: el árbol…
Así como el, soy el canal de sanación y purificación. Soy consciente de la parte que me corresponde en la tarea de auxiliar al planeta. Al escuchar el llamado del gran espíritu, recuerdo que la esencia del universo es musical: en el principio era el verbo, sonido, vibración sonora. Leo que toda la materia es energía condensada en lenta vibración; intuyo que el amor más que un sentimiento o una sensación, es un nivel de vibración de vibración.
Acto seguido, me dispongo a silenciar y serenar mi mente… Mi voz interna sabia e intuitiva me aconseja utilizar el mismo aire que lleva el humo, para transportar vibraciones armónicas de las notas de mi canto, que se convertirán en una nueva melodía que irradiara con hondas de energía de amor y armonía a todas las moléculas de minerales, plantas, animales y personas.
Si al igual que yo, todos hacemos lo mismo a través de nuestras vibraciones, todo a nuestro alrededor recibirá el maravilloso y sanador mensaje enviado desde lo más profundo de nuestros corazones, sublimes armonías de amor que resonaran por todos los rincones del planeta, para la evolución y transformación de la humanidad.
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