Estar en el páramo en el punto en el que nace el Río Bogotá me llenó de una sensación de plenitud al sentir la magnificencia de la Creación. Luego fue muy doloroso ver cómo esta realidad se va “fracturando” durante su recorrido.
Los seres humanos debemos fluir como el agua ya que somos la creación perfecta de Dios.
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