Pasión, en todo el sentido de la palabra para mí, es algo que concentra de manera muy cercana lo que podría denominarse Juanita. Un día me di cuenta que todo apuntaba a que yo quería comunicar, quería expresar, quería liberarme y liberar a los demás de la realidad, de las historias.
Escogí estudiar una profesión no por eso de «hay que ser alguien en la vida» sino porque quería enfrentarme a la parte formal de mi convicción. Los que me conocen y me desconocen saben que mi percepción de periodismo va más allá de la popularidad o de las ansias de «pertenecer» a un grupo de personas dedicadas a alabar declaraciones.
Yo aprecio mi oficio desde el sentido más genuino, desde su capacidad para transmitir emociones y transformar. En este país de doble moral los medios suelen estar del lado de los más fuertes para sobrevivir. Para esta fotografía, quise realizar una crítica a lo que amo y respeto. Decidí transformar una frase del músico argentino Andrés Calamaro de su canción Honestidad Brutal, escribí «la verdad no es una virtud, es una obligación» modifiqué honestidad por verdad para acercarla al contexto de la prensa en este país, ya que es más común en el gremio, la utilicé porque siempre se tergiversa la información en beneficio de alguien y se omite la necesidad y realidad de la gente del común, a la que prefiero llamar la gente de verdad, causando desinformación y por lo tanto, construyendo un país de mentiras.
Puse periódicos (que representan los medios) a mi alrededor porque es para ellos, para sus dueños, aliados y consumidores para los que va el mensaje que está escrito en mi piel porque la verdad desnuda y demuestra la fibra de nuestro diario vivir. Se es lo que se ama, lo que se hace un estilo de vida, lo que se convierte en un compromiso individual y social, eso, en mi pedazo de mundo, se llama hacer historia.