Santiago Harker: lo maravilloso en lo cotidiano. Cuando me encontré por primera vez frente al trabajo de Santiago Harker, cuatro años atrás, la sensación que tuve fue la misma que se tiene al ver el trabajo de Cartier-Bresson, en el que el tema es el instante decisivo y el tiempo tiene otra dimensión. Harker es, desde sus inicios, un fiel seguidor de la técnica del fotógrafo francés, y así lo confiesa: “Como yo no trabajé mucho para los medios, he podido tomarme mi tiempo…, cuando uno llega a un lugar es necesario sincronizarse con su ritmo. Si sigues con el tiempo de la ciudad, es probable que veas muy poco…por supuesto, soy un discípulo disciplinado de Cartier-Bresson.”
Para este Bogotano nacido en 1951, la conexión con la fotografía empieza lejanamente con el deseo infantil de ser piloto, anhelo que iba muy bien encaminado gracias a su temprano interés por la matemáticas. “Ser bueno dibujando o pintando no significa nada. Ser bueno en matemáticas significa que tienes que ser ingeniero, financista o algo así”. Era obvio que Santiago se dedicaría a ser ingeniero con una meta clara: la aviación. Los planes se llevaron a cabo. Harker terminó ingeniería mecánica en la Universidad de los Andes en Bogotá y luego partió hacia Inglaterra para realizar una maestría en Transporte Aéreo. Moverse por los alrededores de Londres en “auto stop” le permitió desarrollar su pasión por ir de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad. Santiago entiende, en su afán de ser aviador, que el encantamiento iba hacia el viaje y no hacia el avión. Y aunque sí ejerció como ingeniero trabajando en multinacionales, confiesa que siempre, luego de un tiempo, se le “disparaba un fusible de emergencia” que lo obligaba a recorrer nuevos caminos.
En 1985 decide dedicarse completamente a la fotografía, deja su trabajo como ingeniero definitivamente y, con algunos tropiezos, prueba la manera tradicional de hacer fotografía en revistas colombianas de viajes y lugares. El conflicto surge cuando se hace evidente el mal pago por los trabajos y la subvaloración del fotógrafo frente al periodista, en donde el fotógrafo no podía tener intervención en el contenido de las crónicas de viaje. “Lo que me pagaban no me daba ni para cubrir los rollos y los revelados –relata–. Finalmente, para la publicación era lo mismo mandar a un fotógrafo que al novio de la periodista o al mismo redactor a que hiciera las fotos”. Así, viendo que la fotografía no estaba catalogada como profesión Harker, decide trabajar independientemente sus proyectos. Echando mano inicialmente de becas de creación, Santiago logra despegar su carrera fotográfica. Colombia Inédita (1992), su primer gran proyecto, es el resultado de un ensayo fotográfico sobre parques nacionales. El resultado es un recorrido por la vitalidad del paisaje colombiano. Y digo paisaje, aunque nos encontremos con gentes y situaciones. Particularmente considero que el trabajo de Santiago Harker, más allá de documentar mágicamente nuestra geografía, desarrolla una particular visión de la gente, de los individuos que viven en esas calles y en esos pueblos. Las personas son un elemento dentro de un escenario, dentro del paisaje natural, y la luz pasea por la geografía. No existe una relación fotógrafo- individuo: las personas son inconscientes y lejanas.
Andrea Moreno. Tomado de revista Cambio
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